Recuerdo dormir como un lirón,
las despreocupaciones del sueño infantil.
Recuerdo flores en las sábanas,
grandes sonrisas de payasos abominables.
Osos reducidos a mentiras,
siluetas de animales por las paredes,
la respiración de mi hermano
y los gritos de una vecina.
Recuerdo una vela encendida
en unas manos temblorosas
que decían: ¡Despertad!
Y así lo hicimos a toda costa.
La casa ardía.
Tras el pánico no ocurrió nada,
pero ardieron las preocupaciones,
también las flores.
Lloré yo y murió el oso.
Se marcharon los animales
y quedó sin luz la habitación.
Sonreía el payaso abominable.
Me abrazaba a mi hermano.
Desde entonces no me gusta el fuego,
prefiero el invierno al verano.
------25 de Junio ------